En la actualidad la mayor parte de las personas viven en las zonas urbanas donde predomina el ruido y el estrés. Es por eso, que se hace cada vez más difícil encontrar paisajes donde podemos observar la actividad agrícola ya que se han reducido drásticamente dando paso a los espacios dedicados a la industria y a los servicios.

Las personas hoy en día tienen muy poco contacto con la naturaleza, este se ha reducido en muchas ocasiones a los parques y jardines urbanos o a salidas esporádicas al campo los fines de semana. Al alejarnos de la naturaleza perdemos la noción de los ciclos de la naturaleza y los cambios estacionales sin mencionar el hecho de que podemos acceder a todo tipo de alimentos de una forma inmediata y en cualquier época del año, sin nunca analizar de donde provienen los alimentos ó en qué condiciones se han producido.

Sin embargo, cada vez son más las personas que demandan áreas verdes en las ciudades, la recuperación de la agricultura urbana y la preocupación por acceder a alimentos frescos y orgánicos.

En este contexto, crear una pequeña huerta en el jardín de la casa, en un balcón, terraza o patio, se convierte en una actividad que puede ser muy satisfactoria y enriquecedora. De hecho cuanto más urbano es el paisaje que nos rodea más éxito tendrá esta experiencia que nos permitirá entender mejor la naturaleza y valorar la contribución de la agricultura tradicional y ecológica al desarrollo sostenible.

La práctica de la agricultura doméstica, aprovechando cualquier espacio soleado de nuestras casas, nos va a aportar multitud de beneficios, algunos de ellos son:

  • Potencia nuestra capacidad de observación y de entendimiento del medio natural. Ver cómo se desarrollan nuestras hortalizas, la influencia del clima o la relación que se crea con insectos y demás se- res vivos, nos ayuda a comprender mejor los ciclos naturales.
  • Aumenta nuestra sensibilidad hacia la sostenibilidad. El contacto con la naturaleza a través de nuestra huerta probable- mente nos motivará a llevar una vida más sostenible, en cuestiones como el consumo, el ahorro energético etc.
  • La huerta resulta una actividad muy divertida, relajante y que disminuye el estrés. El tiempo que dedicamos cada día a nuestras plantas nos ayuda a desconectar del ritmo trepidante de la ciudad.
  • La huerta es una herramienta extraordinaria para la educación ambiental de nuestros hijos. Los niños van a poder experimentar en la huerta, tocar la tierra, re- conocer las plantas y comer las hortalizas
  • Nos permite redescubrir la calidad de los alimentos. Podemos cosechar las hortalizas en su punto óptimo de maduración y comerlas minutos después, esto hace que tengan todo su sabor, mucho mejor que el de las hortalizas de la mayoría de comercios.
  • Seguridad de que lo que comemos no lleva ningún plaguicida ni herbicida de síntesis química, ya que nosotros mismos lo hemos cultivado siguiendo prácticas ecológicas. Este aspecto debe de ser prioritario en la huerta de casa, ya que el objetivo no es obtener una gran producción, sino producir alimentos saludables, ricos y desarrollando una actividad de ocio sostenible.
  • Nos motiva a preocuparnos por la calidad de los alimentos que compramos, valorando su origen, los procesos de producción y distribución y valorando cuestiones fundamentales como la seguridad y la soberanía alimentaria.
  • Nos ayuda a valorizar la figura del agricultor y la agricultura tradicional. Cuando nos iniciamos en la agricultura doméstica nos damos cuenta de la cantidad de conocimientos que son necesarios y que se van adquiriendo con la experimentación, esto nos hace valorar mucho más al agricultor de toda la vida que conoce el campo por- que lo ha vivido.

Además en el caso de huertas realizadas en terrazas o azoteas puede llegar a tener importancia en el ahorro energético de la vivienda, disminuyendo la temperatura y permitiendo un ahorro en climatización.

Todos estos y otros muchos son beneficios que nos puede aportar tener una pequeña huerta en casa, siempre que tengamos claros los objetivos del mismo y superemos las dificultades iniciales que, como personas de ciudad, podemos tener: impaciencia, querer obtener resultados rápidamente y sin complicaciones, poca capacidad de observación, querer reproducir la agricultura convencional en nuestro balcón etc.

Una vez superados estos inconvenientes y adoptando una actitud de curiosidad y de predisposición al aprendizaje continuo, conseguiremos que nuestra huerta sea una experiencia fascinante.